Thursday, July 31, 2025
ME LLEVÉ A MI MADRE A CASA. PARA SIEMPRE.
Reflexiones Para Ti
July 23 at 3:15 PM (facebook) Una reflexion en Facebook que me encanto
ME LLEVÉ A MI MADRE A CASA. PARA SIEMPRE.
Sin planearlo. Sin acuerdos. Sin mucha conversación.
Un día, simplemente, la vi… y supe que ya no podía seguir sola.
Con una sola bolsa en la mano.
Adentro: unas medias, unas pantuflas con la frase “La mejor abuela del mundo”, un camisón suave, una bata abrigadora… y, sin saber bien por qué, una funda de almohada.
Ella misma lo empacó todo. En silencio. Sin drama. Con la dignidad que siempre la ha caracterizado.
Desde hace semanas, vive conmigo.
Pero ya no es la mujer fuerte que me crió.
Ahora es… una niña mayor.
Camina lento por el pasillo, arrastrando sus pantuflas, deteniéndose antes de cruzar el umbral como si hubiese algo invisible que tuviera que esquivar.
Sonríe al perro, oye voces que yo no escucho y cada día me cuenta con detalle lo que “le dijeron”.
Come despacio, muerde el chocolate con cuidado, toma su té sujetando la taza con las dos manos… porque una ya le tiembla.
Se ajusta el anillo a cada rato, como si temiera que se le escape el último pedacito de su historia.
Y la veo.
Tan pequeña.
Tan indefensa.
Como si por fin… se hubiera permitido rendirse un poco.
Como si, después de tanto luchar, al fin se permitiera descansar.
Y me entregó su vida.
Así, sin exigir nada.
Confiando en mí como yo alguna vez confié en ella cuando me curaba la fiebre o me peinaba para la escuela.
Y ahora… su tranquilidad depende de si yo estoy en casa.
Escucho su suspiro de alivio cuando me oye abrir la puerta.
Así que trato de salir poco, de no irme por mucho tiempo.
Y yo, que ya había criado a mis hijos…
vuelvo a cocinar sopa todos los días,
vuelvo a tener galletas en la mesa,
vuelvo a estar pendiente de una criatura frágil, dulce y silenciosa.
¿Qué siento?
Al principio, miedo.
Porque ella era independiente, fuerte.
Vivió sola incluso después de la muerte de papá.
Por primera vez en sus 80 años, hacía lo que quería.
Y luego vino ese maldito virus.
Y algo se apagó dentro de ella.
¿Y ahora?
Ahora siento amor.
Una ternura que no cabe en el pecho.
Una paz rara.
Y un deseo profundo de hacer que sus últimos años… sean los más bonitos posibles.
Llenos de sopa caliente, de croquetas caseras.
De calor, de calma.
De mi presencia. De mi amor.
Porque ahora tengo en casa una hijita.
Tiene 83 años.
Y solo quiero que se quede conmigo…
el mayor tiempo posible.
Para que ella no se sienta sola.
Y yo… no me quede con remordimientos.
Gracias, mamá.
Por estar.
Por seguir aquí.
Por dejarte cuidar.
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